El pasado 30 de enero, la red social Facebook cambió sus condiciones y sus políticas respecto al usuario. En estos momentos, la herramienta social creada por Mark Zuckerberg tiene derecho, según sus políticas, a rastrear cualquier usuario web y dispositivo que vea oportuno, a acceder a la información de los usuarios y a utilizar nuestra foto de perfil para fines comerciales sin aclarar, por supuesto, con qué propósito último.
Con esta introducción, puede parecer
que este es un artículo orientado a desprestigiar a Facebook o algo por el
estilo, pero nada más lejos. En realidad, su objetivo es despertar un simple
espacio de conciencia en la cabeza del lector y, dado el caso, obre en consecuencia. Con unos segundos bastará:
Abramos la pestaña de nuestro
ordenador y entremos en nuestra cuenta de Facebook. Ahora preguntémonos, ¿qué
imagen queremos dar? O mejor, ¿qué imagen estamos dando? Constantemente se nos
ofrece la oportunidad de aportar más datos a cerca de nosotros (trabajo, sitios
de residencia, gustos musicales, ideología, etc.) y, claro, cómo vamos a
permitir que nuestros contactos, ese saco de personas que nos alegra ver cada
vez más lleno, estén al margen de esa valiosa información.
Nos “desnudamos” a conciencia y,
en el fondo, nos gusta. Se trata de una necesidad inefable de mostrarnos al
mundo como personas que saben de cine, de música o de política y eso no es
malo, no, pero cuando regalamos “me gusta” a artículos que no leemos, fotos que
no abrimos o vídeos que no terminamos, algo va mal.
Aquí os dejo un vídeo que se hizo viral hace dos años en el que un supuesto vidente adivina información de las vidas de una serie de personas, quienes no saben que todos esos datos los obtiene de sus cuentas de Facebook.